Luis Barrios: tras muchas vicisitudes marcó el gol que hoy lo tiene en la gloria en El Salvador
Esta es la historia de un jugador barranquillero que se atrevió a viajar a un país extraño en procura de lograr sus sueños.
Trascurrían los minutos finales del partido entre el elenco de Municipal Limeño y el onceno Fuerte San Francisco, y un tiro libre desde el costado fue el pretexto que tuvo el destino para juntar con la gloria al barranquillero Luis Hernando Barrios Ávila.
Uno de sus compañeros disparó la pelota a la base del palo izquierdo, donde la rechazó el portero. De allí el balón dio un par de rebotes en el área antes de rodar al segundo palo, donde Barrios Ávila entró libre de marca para empujarla al fondo de la red, a los 89 minutos. Fue el tanto del empate 1-1.
Ese gol sellaba el título para el Municipal Limeño de la segunda división del fútbol de El Salvador, luego de 22 años sin campeonatos ganados, y lo puso a un paso de poder buscar el ascenso a la primera división de ese país.
“Y pensar que hace meses estaba estudiando. Ya había colgado los guayos”, explicó Luis a Zona Cero, dando a conocer su historia sentado en la sala de su casa en el el popular barrio Me Quejo, en el suroccidente de ‘La Arenosa’.
Luis Hernando, o ‘El mono’ como es apodado por sus familiares y amigos, es el tercero de cuatro hermanos y su vida ha estado marcada por una serie de circunstancias difíciles en torno al fútbol, pues fueron varios los intentos fallidos antes de poder llegar al fútbol profesional.
“Yo jugué con Francisco Meza, el de Santa Fe. Yo me fui primero que él para Bogotá. Pero no hubo un acuerdo y regresé. Trabajé con Junior un tiempo, porque iban a sacar un equipo en la C, pero no se concretó. Luego me fui a Medellín, pero allá no pasó nada. De allá pasé a Jaguares de Córdoba, cuando apenas estaban en la B. Pero llegué tarde y no me pudieron hacer el contrato”, explicó el desventurado volante de armado, de apenas 24 años.
Tras esto, Luis Hernando se sintió desahuciado del fútbol. Pensó que todo eran señales de Dios para hacerle entender que en definitiva tenía que dedicarse a otra cosa.
“Me inscribí en el Sena. Para nadie es un secreto que entrar es complicado. Primera vez que me inscribía y como no había la carrera que quería estudiar que era Deportes, dije que iba a estudiar para ser tecnólogo en gestión de negocios. Pasé. Luego fui a hacer el filtro y entre toda esa cantidad de gente también pasé. Me dije que se estaban dando las cosas y empecé a estudiar”.
Sin embargo, como dice la canción de Rubén Blades, ‘el que nació para martillo, del cielo le caen los clavos'. Luis Hernando no era feliz, en su mirada se notaba y pronto sus allegados comenzaron a notarlo.
“Un día estábamos hablando y yo le pregunté que si eso era lo que le estaba ayudando a cumplir sus sueños. Él me dijo que no”, explicó su novia Maira Alejandra Patiño, quien fue testigo silenciosa de las vicisitudes que le esperaban en el camino.
“La verdad es que yo me sentaba en el tablero y no entendía nada de lo que ponían los profesores. Eso siguió hasta que llegó un entrenador a elegir a la Selección de fútbol del Sena, yo fui y cuando me vio jugando me dijo que mejor me dedicara al fútbol, que eso realmente era lo mío”.
La posibilidad quedó bailando en su cabeza. Sentía que aún podía realizar un último intento en el fútbol y su destino era que un amigo lo llamara por teléfono para convencerlo.
“Un día, un amigo, Daison Aicardi, me dijo que nos fuéramos a probar a El Salvador. Que él conocía a un empresario que nos iba a llevar para allá. Yo no estaba seguro, porque de Medellín también había una posibilidad. Así que decidí poner todo en manos de Dios”, recordó.
Uno de las cosas que tenían a Luis dudando del viaje era el pasaje de un millón doscientos mil pesos que debería pagar para viajar a territorio centroamericano si quería ir a tentar el destino.
“En mi familia no es que tengamos mucho dinero”, dijo, “pero estoy muy agradecido con Jairo Barrios, mi hermano mayor. Él hizo un préstamo en el banco y en una semana se lo habían aprobado, Con parte de esa plata compré los tiquetes”.
Con los los boletos de avión en el bolsillo, Luis Hernando fue a la Oficina de Pasaportes, donde nuevamente las casualidades de la vida le dieron una mano. Todo por voluntad divina.
“Mi cédula estaba dañada. No se veía bien y yo iba pensando que ese sería un problema. Pero resulta que el señor de los pasaportes es papá de un niño con el que jugaba cuando estaba en la escuela de fútbol y me ayudó. Me limpió la cédula, la metió en un estuche y pude sacar el pasaporte”, recordó.
Una vez lanzado a la aventura, Barrios Ávila se decidió a que no regresaría a Colombia sin haber logrado el triunfo primero. Pero antes de eso, tuvo que superar varios problemas, como el abandono de su representante y la falta de cupos en los equipos.
“Cuando llegamos allá y nos comenzaron a ubicar el equipo al que me querían llevar no podía contratarme porque ya tenía el cupo de tres extranjeros lleno. Sin embargo, ellos me dijeron que no me iban a regresar desde tan lejos, que me quedara entrenando. Que no iban a hacer esa maldad”.
Así fue, el Club Águilas, el equipo que lo puso a entrenar, le apoyó dándole las tres comidas diarias y dejando practicar a la lado de sus jugadores. Pese a ello, nada de sueldo. Además de eso, tan pronto le sirvieron el primer plato de comida, el empresario que lo llevó se fue de viaje y no volvió a saber más de él.
“Una vez me mandó una foto de lo que él comía. Era una porción pequeñita de frijoles con otra cosa. Y eso era al día, en la tarde y en la noche. Yo me preguntaba de dónde sacaba fuerza para entrenar. Él me pidió que no le dijera nada a sus padres para no preocuparlos”, recordó Maira Alejandra, la mujer que le flechó el corazón desde cuando estaban en quinto de primaria.
Sin embargo, por más que se le oculte la verdad a una madre, ésta siempre tendrá un pálpito especial para saber que es lo que está pasando. Así lo aseguró Nora Ávila, su madre, que le dio el consejo que le hacía falta en el momento en que su espíritu estaba más apagado.
“Un día me llamó por teléfono y me dijo que todo estaba bien. Yo me di cuenta que no. La familia lo apoyó a él. Nos tocó sacrificar a cuatro de los cinco para que él llegara a donde está. Yo sé que mi hijo va a ser grande”, expresó la mujer.
Así, entrenado, se le dio la oportunidad de escoger por dos equipos que estaban interesados en sus servicios para el fútbol de la segunda división. De un lado tenía al Atlético Balboa y por otro al Municipal Limeño.
“Antes de tomar la decisión de a cual equipo ir, fui a la iglesia y le pedía Dios que me abriera los caminos. Elegí al Municipal porque su fútbol se parecía más al de acá, entonces pensé que podía adaptar mejor”, comentó Luis.
El día en que se presentó a Limeño, llegó evidenciando su momento complicado.
“Llegué con dos bolsas para guardar la ropa. No tenía más. El entrenador me dijo que estaba buscando un delantero y yo me arriesgué. Le dije que yo era centro delantero para poder jugar”, confesó.
Su mentira le abrió es espacio para probarse, pero no le duró mucho tiempo.
“A los minutos de estar viéndome jugar me dijo que yo era delantero. Pero que tenía condiciones. Que me iba a dejar. Me hicieron las pruebas físicas y estuve tres minutos por encima del mejor de los jugadores del equipo. Me metieron a jugar un amistoso y a los 7 minutos el gerente deportivo del equipo me llamó a firmar el contrato”, describió.
La meta estaba lograda. Ya era jugador profesional, así fuera de segunda división.
“El entrenador, Carlos Romero, me comenzó a retrasar y las cosas se fueron dando”, afirmó.
El conjunto de Municipal Limeño fue superando escollos hasta que se metió en las estancias definitivas y logró la clasificación a la final, que se jugó el pasado domingo 27 de diciembre. Ese día, a miles de kilómetros de distancia, en la casa de Barrios Ávila todo se paralizó frente al computador cuando escucharon por la transmisión de radio que Luis Hernando iba a entrar para intentar empatar un partido que se perdía 1-0.
“Cuando dijeron que iba a entrar yo doblé rodillas. Me puse a orar”, expresó doña Nora.
Pero si hay que sufrir, que sea por un motivo. A la familia se le fue la señal de radio del partido y quedaron en el aire, nerviosos y sin pistas de lo que había pasado.
“Yo me enteré que hizo el gol como dos minutos después. Lo que pasa es que se cayó la señal y quedé angustiado mientras tanto. Maira que sí sabía que lo había hecho fue la que nos llamó a decirnos que ‘el Mono’ lo había marcado”, expresó Jairo Enrique Barrios, padre del jugador, un veterano artista de la música vallenata. “La vida del futbolista es quizás igual a la del músico. Hay que ser perseverante. Yo siempre dije que él tenia sus cualidades”, resumió.
Tras el gol, llegaron el festejo y los vítores de una afición que lo ha adoptado y lo tiene como uno de los jugadores más queridos. Luis Hernando compró las maletas que no tenía al momento de llegar al Limeño y emprendió viaje al aeropuerto.
“En el aeropuerto me encontré con Pirry, el periodista. Le pedí tomarme una foto con él y le comenté mi historia. Al final, él me tomó una foto a mi y colgó un escrito en sus redes sociales. La cantidad de gente que me ha escrito a felicitarme es enorme”, expresó.
Las felicitaciones van de sobra. Luego de no amilanarse con la vida, superar las adversidades, aventurar en tierra lejana, dejado a su suerte por su empresario, lejos de su familia, sin comida, desguarecido de los elementos y teniendo de jugar su destino en una mentira que luego lo llevó a marcar el gol de un título esperado por 22 años, unas felicitaciones es lo menos que se puede esperar.
El ‘Mono’ ahora está en Barranquilla en unas cortas de vacaciones antes de regresar a su equipo, que ahora deberá enfrentar el torneo clausura, donde deberá confirmar lo realizado durante estos meses y así consolidar su ascenso a la primera división, de manos de un barranquillero.